Ansiedad: una emoción conflictiva

3 de marzo de 2017

La ansiedad. Un "compañero" de nuestro tiempo. Reconozco haberla vivido en mis propias carnes en una época de mi vida. Reconozco haber vivido un torbellino de dudas, de sensaciones corporales nuevas e inexplicables para mí. Reconozco haber buscado ayuda en múltiples lugares, y en aquel momento, lo hice con la necesidad de que me salvasen.
Si alguna vez has vivido ansiedad o la estás viviendo eres conocedor de la cantidad de sensaciones molestas que pueden aparecer y de cómo el cuerpo se "descontrola". Desde sudores, ahogos,
ataques de pánico, temblores, mareos, sensación de volar, etc.
Después de un tiempo, viendo aquí y allá, con ciertas resistencias a ciertas cosas, que por entonces yo no identifiqué, pero sí lo hice más tarde, comprendí lo que me pasaba. No quería mostrar mi miedo. Éso me hacía más vulnerable, me daba más miedo aún, me quedaba como una babosa, abierta, blanda, al resto del mundo. Tener miedo y además reconocerlo, sobrevivir sin una pequeña coraza.... no, de ninguna manera.
Ésto es algo que reconozco en mí misma en esa ocasión (y cómo no, en otras posteriormente) y en mis clientes cuando tienen estas vivencias. 
El miedo a mostrar el miedo, y lo que conlleva.... El miedo tiene que ver con un peligro inminente,  sin embargo la ansiedad tiene que ver con una continua y futura expectativa de algo, con mi cuerpo en respuesta a ello estará siempre "listo" para responder a esos estímulos que me llevan a la expectativa. Posiblemente ésto se alargue en el tiempo. También la ansiedad aparace como una respuesta por una exposición continua y presente a algo concreto y real como una enfermedad.
En ocasiones a la ansiedad se la ha definido como el miedo al miedo, o el miedo al futuro.
El miedo es una emoción funcional, adaptativa en la mayoría de los casos. Y si hacemos caso de que hay algo que tenemos que adaptar indudablemente nos lleva a tener que cambiar algo, salir de la zona de confort. Se define la zona de confort como cada uno de los lugares o situaciones donde un individuo se siente seguro, donde no existe riesgo alguno ya sea en su hogar o lugares que su mente interpreta como potencialmente bajo de riesgo. Esto causa una dependencia a ciertos lugares y/o personas y/o situaciones, por tanto no nos permite conocer otros escenarios productivos para la vida.
Teniendo en cuenta ésto lo que puede ocurrir es que me mantenga dentro de un círculo en el que nada puede seguir evolucionando. Porque para salir de ese círculo y poder volver a encontrar caminos hacia la evolución tengo que enfrentarme a mis dificultades y miedos. Bien, la teoría está clara, pero he aquí la pregunta del millón y que todos hacen: 

¿¿¿¿cómo lo hago????

Una respuesta que paradójicamente me viene siempre es: "haciendo". Hacer es realizar una acción, un movimiento. Porque debemos movernos para ir en busca de lo que necesitamos y satisfacer así por nosotros mismos nuestras necesidades. Si me quedo quieto, los cambios no llegarán. El primer "hacer" empieza dentro, dándome cuenta, percibiéndome.
  Después mantenerme despierto es un gran paso, es decir, tener capacidad de reaccionar a lo que va sucediendo. A veces uno empieza a hacer, pero según lo que va surgiendo si le atemoriza deja de hacer, no reacciona y vuelve al mismo lugar.
Una pauta importante que marca ese hacer es pararme a darme cuenta de qué me habla el miedo. Y para sentir el miedo he de respirar y sentir mi cuerpo. Las emociones están para indicarme, como dice Norberto Levy: 

 "Solemos creer que estas emociones conflictivas son el problema en sí. Pero del mismo modo en que las luces del tablero de un auto se encienden e indican, por ejemplo, que queda poco combustible, cada emoción es una refinadísima señal que en sí misma no significa nada, pero que indica un problema por resolver. Y ésa es la sabiduría que nos proponen"

Un "problema por resolver", eso lleva a la acción o al menos a la búsqueda de la acción. De poco sirve centrar la resolución mirando a otro lado,  o buscando soluciones externas. Puede ayudar algunos momentos, para tomar aire, o ciertas cosas me pueden venir bien como complemento pero mientras no mire adentro mío y empiece a verme no podré salir de este círculo. He de ser consciente. Volver a conectar con mi cuerpo desde ese ser consciente.

No tenemos cuerpo, ¡somos cuerpo!

A partir de aquí, del ser consciente, del poder mirar-me, mirar mi cuerpo, sentirlo, y ver cómo pienso al respecto, es que se facilita empezar ese movimiento que me llevará a los cambios. Estar ahí es estar haciendo, en un continuo. Darme cuenta de cómo son mis reacciones y evitaciones típicas, y con la ayuda del mismo miedo plantearme cómo van a ser las herramientas que me permitan enfrentarme a ello, seguir autoexplorándome sin rechazar lo que ocurre. Ésto facilita el reconocimiento, y reconociendo cuál es el miedo puedo enfrentarme a él y atravesarlo. Esto no quiere decir que deje de sentir miedo, significa que podré atravesarlo, que lo acepto. Y tampoco significa que no volveré a sentir miedo, sólo que ya tengo más herramientas para vivirlo. Significa que podré encontrar el coraje, atendiendo mis deseos, la vitalidad de mi cuerpo y estando conectado a lo que lograré si lo atravieso. Prestarle atención al cuerpo y abordar el cambio introduciéndolo es importante. Así lo expresa Alexander Lowen desde la Bioenergética:
  
"Cualquier cambio en una conducta va acompañado de un cambio corporal, sea “tan sólo” en el tono muscular. El Análisis Bioenergético propone un tratamiento de los niveles físico, emocional y psíquico. Trabaja con el cuerpo para profundizar la respiración, distender las tensiones musculares crónicas y movilizar la energía retenida. Estas intervenciones estimulan la aparición de los movimientos e impulsos anteriormente evitados, así como los recuerdos, imágenes y afectos asociados. Como terapeuta ayudo a la persona en terapia a analizar, es decir, a identificar, comprender y desinvestir sus conflictos infantiles, liberando los conflictos emocionales y tensiones corporales. De esta forma, el cuerpo no es una prisión ni una carga, sino un medio hábil por el que vivir y sentir en plenitud. La terapia bioenergética aporta libertad para poder escoger. No se trata de quedarse desprovisto de nuestras herramientas de protección, sino de usarlas con libertad y de forma consciente. El cuerpo puede expresarse libremente y el paciente recibe mejor la información de sus emociones y del cuerpo, permitiendo expresarlas y evitando las psicosomatizaciones que provocan su represión. Esta disciplina propone una terapia que actúa de manera simultánea en dos vertientes, una verbal para lograr que el paciente reflexione sobre su problemática, creencias y actitudes que lo han llevado a enfermarse, y otra de desempeño físico que elimine tensiones, rigidez, falta de expresión corporal y baja satisfacción por vivir. "


Cada nuevo darnos cuenta de algo nos hace estar en movimiento permanente,  en contacto con uno mismo y con la emoción que presenta la necesidad de un cambio. Por supuesto también con la necesidad de cambiar algo. Lo cual nos lleva a movernos hacia la satisfacción de nuestras propias necesidades. Y recalco especialmente en la importancia de ésto: dejar de buscar afuera para superar el miedo. Quedarme, dejar de buscar y quedarme conmigo mismo para poder acogerlo y escuchar lo que tiene para decirme. Ahí empieza el recorrido juntos. 
 David Berceli dice así: "cuando nos permitimos llorar y descansar se inicia la recuperación"




Bibliografía:
Alexander Lowen "Miedo a la vida"
Alexander Lowen "La bioenergética"
Norberto Levy "La sabiduría de las emociones"
Norberto Levy "El asistente interior"
David Berceli "Liberación del trauma"


Ana Cuerdo
Directora de Espacio Raíces
Terapeuta psicocorporal Bioenergética
 

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